DE AMOR SI SE MUERE



Cuando dicen que nadie muere de amor, sonrío y digo para mi: se nota que no han vivido, o que no los han mal amado, o las dos. Porque de amor si se muere.  Se muere de a poco y en silencio cuando permitimos la llegada de una persona a nuestras vidas para robarnos vida, para robarnos tranquilidad, para robarnos la poca autoestima que nos quedó de viejas batallas.

De amor se muere cuando nos miramos al espejo y encontramos los recuerdos pintados de morado en nuestros ojos, en nuestros brazos, o en nuestra alma; o en las pequeñas e inocentes almas de nuestros hijos quienes se vuelven victimas inocentes de nuestra mala calidad de selección, quienes a veces sobreviven a esta catástrofe sentimental y otras no, otras mueren en el intento. 

De amor se muere cuando no existiendo golpes, nuestra alma por una extraña razón ha dejado de sonreír, ya no nos hace ilusión lo que antes nos ilusionaba y encontramos en la noche un largo y lloroso balance de  nuestra desdicha. 

El amor si mata. Mata cuando quita vida a tu vida.  Cuando te arrebata tu chispa, tu brillo, tu energía, gota a gota con cada grito, con cada desplante, con cada día de indiferencia, con cada infidelidad, con cada mentira, con cada acto de frialdad y cinismo, con cada odiosa comparación y postura de ego y orgullo. 

Mata duramente cuando se aleja sin razón.  Cuando te castiga de forma cruel aplicándote la ley del hielo y el olvido. Cuando cree que es muy bueno pero hace y dice cosas duras y desconsideradas. 

Por eso para no morir de amor debemos haber vivido, tanto y con tanta fuerza y con tanta, tanta determinación, que cuando llegue algo tan atroz como el golpe o la palabra cruel y castradora, quedemos de pie como el bambú, que de tanto en tanto baja para humectar sus hojas y vuelve y se espiga en sus gruesas raíces y sigue flameando su verdor.  


Av. 


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